Friday 22 March 2002

La clave del desarrollo

Corría el siglo V a.d.C. En Elea (Asia Menor), Xenón presentaba ante sus perplejos contemporáneos, paradojas como esta: la flecha que sale del arco nunca llega al blanco. Pues para arribar, necesita primero recorrer la mitad del camino. Pero para hacerlo, debe haber alcanzado antes un cuarto del trayecto y, antes, un octavo... En realidad, hay un número infinito de puntos entre el arco y el blanco. Y, como se necesita un lapso de tiempo (aunque sea pequeño) para recorrer cada punto, la flecha tarda, una cantidad infinita de lapsos de tiempo... Es decir, la flecha no sale jamás de su posición inicial: el movimiento no existe, es pura apariencia... Nadie (hasta Aristóteles, cerca de cien años después) pudo resolver racionalmente la paradoja.
En el ámbito social, pareciera a veces que sucede lo contrario: racionalmente todo mundo habla de movimiento, pero en la práctica nadie lo ve. Aquí “movimiento” -el avance de la flecha- se denomina desarrollo. ¿Se está desarrollando (moviendo) la región, el País, el Continente?El tópico ha sido en ocasiones tan polémico, que muchos optan por archivar el término “desarrollo” para hablar en cambio de crecimiento económico (la expansión del PIB potencial), un concepto que puede amarrarse mejor a cifras numéricas fáciles de contar, tabular, graficar, comparar e “indexar” (con frecuencia se pretende que lo matemático equivale automáticamente a “científico”, “objetivo”, “verdadero”).

Otros siguen hablando de “desarrollo”, pero han encogido el concepto a unos cuantos indicadores que según ellos lo resumen. El índice de desarrollo humano (IDH) de la ONU, por ejemplo, se basa en cuatro cifras: el PIB real per capita, la esperanza de vida al nacer, la tasa de escolarización y el porcentaje de alfabetización.De cualquier forma, la discusión termina enfocada en el “crecimiento”, o “desarrollo”, o “nivel de vida”, económicos nada más. Los economistas nos prestan un servicio inmenso definiendo claramente esas variables y exponiendo las diversas medidas por las que se las puede cambiar. 

Pero está claro que no toca a ellos determinar en qué consista el desarrollo de una sociedad, un concepto que definitivamente va mucho más allá del aspecto económico (sin dejar de incluirlo). Ni corresponde tampoco al Banco Mundial, ni al Fondo Monetario Internacional, ni a la Organización de las Naciones Unidas. Eso compete a los ciudadanos, a quienes componemos la “sociedad” de un país.

Durante estos días se celebra en Monterrey la Conferencia para el financiamiento del desarrollo, y cabe formularnos dos preguntas cruciales: 1ª ¿Qué entiende la ONU cuando habla de “desarrollo”?, y 2ª ¿Cómo queremos nosotros que sea el desarrollo de nuestro país? Pues se discute mucho en este tipo de foros cómo lograr las metas de “desarrollo”, y de si los medios y propuestas que se presentan en esos foros y que luego se sugieren (a veces con vehemencia) a los países “en vías de desarrollo”, son eficaces. Pero se habla muy poco de lo que se entiende por desarrollo. Sobre todo se corre el peligro de que el concepto se economice, es decir, se reduzca a la consideración de un aspecto real, pero parcial: el económico.

Cuando hablamos de desarrollo nos estamos refiriendo a un tipo de movimiento, al avance hacia una meta, como el de la flecha de Xenón de Elea, que apuntaba hacia el blanco. Ahora bien, antes de determinar qué tan rápido debe moverse la flecha y cómo se la puede acelerar, hay que preguntarse en qué dirección se va a mover. Y para esto, antes todavía, ha de definirse a dónde se quiere llegar, cuál es el blanco.

La sociedad se compone de diversos organismos humanos, como empresas, universidades, talleres, sindicatos, comunidades y -en su núcleo más esencial- familias. Y estos organismos se integran, a su vez, de personas. Hablar de desarrollo conllevará, por lo tanto, la búsqueda del bien de cada persona y de todas las personas en la sociedad, o sea del bien común.

A fin de cuentas, el asunto del desarrollo, si queremos que signifique más que una mera abstracción, ha de tratarse a la luz de qué es la persona humana, actriz del desarrollo y sujeto primario del bien común. Si descubrimos que la persona es algo más que un robot de producción y de consumo que reacciona maquinalmente ante los estímulos de la publicidad y la mercadotecnia, si encontramos que necesita bienestar económico sólo como medio inicial para desarrollarse plenamente, si observamos que la meta final del desarrollo es el bienser que consiste en llevar a la mayor perfección factible todas las potencias ya virtualmente contenidas en la naturaleza del hombre, entonces el desarrollo deberá abordarse desde una perspectiva mucho más amplia, mucho más integral. El bien común no consiste en estar cómodos, sino en ser felices. 

Y la felicidad del hombre no se compra con una tarjeta de crédito, se labra mediante el conocimiento de la verdad en todos los órdenes y mediante la adquisición de las virtudes que más reflejan la grandeza del hombre: el respeto, la sinceridad, la justicia, la fortaleza, la prudencia, la tenacidad y la solidaridad, entre otras.Por eso una Conferencia para el financiamiento del desarrollo, como la que tendrá lugar en nuestra ciudad, no puede soslayar ciertos temas básicos:

1º Lo que se desarrolla es la sociedad, compuesta de seres humanos, de personas.

2º El desarrollo es el movimiento de una situación dada a otra mejor. El crecimiento económico es la herramienta inicial para que se logre el desarrollo, pero nunca la meta.

3º La meta del desarrollo es el bien común, o sea el bien de cada persona y el de todas las personas que integran la sociedad.

4º El bien de la persona radica en que desenvuelva las potencialidades que corresponden a su naturaleza humana, en todas sus dimensiones, hasta alcanzar la mayor perfección factible.

5º Entre las dimensiones del hombre que hay que desarrollar, están: su corporeidad (aquí entra la salud por ejemplo), su carácter espiritual (inteligencia que conoce y maneja conceptos, voluntad que busca y aferra virtudes), su afectividad (sentimientos, emociones, pasiones), sus sentidos (como la imaginación y la memoria), su sociabilidad (la convivencia con otros, la capacidad de diálogo, la participación política).

6º El desarrollo de la persona hacia su bien -y por tanto el de la sociedad hacia el bien común- se opera primariamente a través de la transmisión de valores y conocimientos (en la familia y en la escuela).

7º La clave del desarrollo se encuentra, pues, en la educación, que de acuerdo a la raíz etimológica del vocablo, significa ayudar eficazmente al educando a desplegar las potencialidades de su persona, en todos los órdenes, con el fin de alcanzar la mayor perfección que le es posible.

Una conferencia sobre desarrollo debe, de algún modo, incluir estos aspectos, para bajar de la esfera de lo superficial a la de lo esencial. Sólo así se resolverá la paradoja de Xenón en el campo social.

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