Espérate un momento; vamos a bajar a la realidad: ¿Tú, de qué lado de la cama duermes?
El cepillo de dientes, ¿lo dejas sobre el lavabo o en un vaso?
Ante la perplejidad del asediado, otro atacante toma su turno: Hasta ahora has hecho lo que te da la gana, pero dentro de poco vas a tener que preguntarle a ella qué opina; yo, por ejemplo, no puedo andar sin camiseta por la casa.
Y eso no es nada- interrumpe otra voz desde una boca cubierta con bigotes entrecanos - ¿cuántos hijos quieres tener?
Dos o cuatro, no me gustan los números impares, contesta el joven
¿Y si ella quiere uno, tres o cinco?
El prometido pasa saliva y escucha entre amedrentado, incrédulo y sonriente. El consejo de los sinodales que circundan a nuestro joven amigo deja algo que desear en cuanto a las actitudes con las que un novio bien intencionado pretende comenzar su nueva vida.
Y ante la cara de asustado del inocente galán, los viejos con un olfato refinado lo serenan:
No te preocupes, muchacho; en este momento también a ella la deben estar aconsejando.
A pesar de que este interrogatorio del consejo de ancianos parece tener el único fin de asustar al futuro contrayente, en realidad tiene su parte positiva: bajarse de la nube para aclarar ciertos términos importantes antes del matrimonio.
DE NOVIOS A ESPOSOS. Existen algunos elementos que pueden volverse significativos cuando pasa un día y otro, un año y otro, y se tiene que convivir con la pareja aceptándola en sus pequeñas manías y defectos.
Dejar la pasta de dientes abierta o cerrada, dormir del lado derecho o del izquierdo, y detalles por el estilo, podrían convertirse en motivo de sufrimiento e incluso de distanciamiento entre los dos si se dejan afectar por ellos, pero no son esenciales.
Eventualmente, se puede dejar el cepillo de dientes dentro del mueble del baño y con esto ni la realización personal y ni las convicciones van a perderse.
Pero otros aspectos sí resultan esenciales, y en caso de que no se lleguen a un acuerdo antes, pueden llegar a quebrar a un matrimonio.